9/6/10

CRÍTICA DE ARTE
María Pérez Mateo
Huelva Información. Lunes 7 de Junio de 2010.


Juanma Vidal es, sin duda, uno de los artistas onubenses más creativos de los últimos 20 años. Su inquietud investigadora, su equilibrio dhármico (virtud, orden, ley natural, conducta adecuada), su ausencia contagiosa de miedos, su necesidad de buscar horizontes lejanos, su proteica expresión multidisciplinar y su bonhomía le han provocado una necesidad casi enfermiza de enfrentarse a la realidad con deseos de innovación, con codicias guerreras de encontrase como artista para ser feliz como ser humano. Y al contrario.

Admiro de él su lucha, una voluntad férrea que le arrastra a escudriñar mundos lejanos y arcaicos, y su encomiable inconformismo. Si bien su formación llamémosle reglada no puede luchar con otros artistas de su misma generación, lo que le ha impedido bucear con rigor en los avatares de la educación académica, pongamos de excusa ejemplar el dibujo, no es menos cierto que su vitalidad, su ansia especulativa por buscar y hallar lenguajes y expresiones, y su dominio de las fuentes últimas del arte, hacen de él un artista completo, inquieto, devorador y, lo que más me abruma, negociador íntimo de emociones.

Hace meses, Vidal me mandó a la redacción de Huelva Información un libro/catálogo sobre su obra, titulado My Way, del año de 2007. Portada, diseño y título acorde a su concepción espiritual. Y vital. Tan sencillo, tan directo, tan mínimo que roza lo críptico. Pero nunca lo misterioso concede más razón a la verdad que la que emana este artista onubenses que hace del espíritu una bocanada de salud, una vía de escape a la contaminación que tanto asola la sociedad actual.

En ese libro, en su My Way, la artista Otilia Martín le escribía desde el corazón, el mismo que él utiliza para crear, a propósito de El estigma de Géminis, que “me sentiría muy rara diciendo que la pintura de Juanma Vidal me gusta. Sobre todo porque no es exactamente eso, sino más bien me llega, se abre paso entre la mugre de sonidos e imágenes diarias, entre el ruido de personas y hechos, en forma de susurros cromáticos o en forma de guiños de sentidos”.
Estas palabras, hermosas, tan personales en el escrutinio de la amistad verdadera que se hacen mágicas, por sabiduría y mimo, la porté para enfrentarme a su exposición del Museo de Huelva, OM, de título. Creaciones 2007-2010, de subtítulo.
Sigo su evolución artística desde hace años. Vidal ha encontrado su otro yo en la sombra de si mismo, ala sombra de su filosofía oriental encontrada, por la sombra de la luz que alumbra sus preocupaciones, sus inquietudes. Su razón de vivir. En sus obras, dentro de la mística oriental que le persigue por necesidad imperiosa, ha conquistado ya la razón que ordena el principio de esta exposición, síntesis de su última década creativa: OM. OM no es una especulación, no es una maraca de venta. OM es párale lo que es, lo que siente, uno de los mantras sagrados de su absorción dhármica,. En ese OM está su universo, tan entero y completo que parece que más que su otro yo es su alma, su principio vital.

Es tan signo/marca su obra, tan distinguible, a la vez que distinguida, que muchas de sus obras, al margen de la persecución de su significado/significante, estén ya customizadas. Este palabro tan en boga en el mundo de la moda tiene una difícil interpretación. Podríamos definir customizar como personalizar una obra tras someterla a un proceso de modificación varia de “cortar y pegar”, es decir, modificar un objeto para adaptarlo a las preferencias bien de su creador o del usuario al que va destinado.

Vidal ha experimentado ya de su obra un “hazla tuya”. Tiene un sello, una impronta, como cuño, vestigio o huella que, en el orden moral y artístico, deja una cosa en otra. Y, también, tal se desprende del DRAE, como “proceso de aprendizaje (…) en un corto periodo de receptividad, del que resulta una forma estereotipada de reacción frente a un modelo, que puede ser otro ser vivo o un juguete mecánico”.

Vidal nos demuestra su solidez como artista y como pensador en esta exposición casi retrospectiva de sus últimos diez años. Pero esperamos que esa seguridad no le duerma el alma. Oriente es cuna de pensamiento y de innovaciones, de muchas. Pero Occidente, con toda su carga de contaminantes, tan antigua como Altamira, se mueve aun ritmo que hace temblar al mundo. Sus guiños al pop art y al diseño customizado demuestran que Vidal, con uno de sus ojos Bowie, anhela Oriente amando por encima de todo al occidental que porta dentro.


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